viernes, 6 de noviembre de 2009

No, claramente!


Las células motoras de los gusanos subterráneos habían decidido no moverlos, para presionar en su pelea por desplazar a las células grasas, que actualmente tienen mejor llegada a la mano que maneja la billetera.

La cuestión es que había paro de subtes y yo pronosticaba un viaje en tren hipercargado de resentidos pasajeros del under. Pero, como tantas otras veces, me equivoqué groseramente.

La calle estaba bastante vacía, los andenes también y adentro del vagón en el que me instalé, había, incluso, menos gente que de costumbre.

Mayoría de chicas jóvenes, alta proporción de pelados y, parada, a mi izquierda, una mujer que llevaba bien, pese a su corte “raúlito”, el medio siglo de vida sobre esta esfera azul.

Leía un texto, impreso en hoja A4, que marcaba con lápiz. Llegué a chusmear algo; decía: “Hermenegildo Zegna” —un diseñador, creo ya muerto, de artículos de lujo: el lujo es vulgaridad, dijo, y me conquistó— y también “Oasis Zegna” —que no se qué será—.

La cuestión es que en la primera estación se bajó del tren otra mujer, que había estado sentada justo a la altura de la lectora de Zegna. Esta última —después supe— bajaría en la segunda estación, y no se inmutó ante la vacante. Siguió en su lectura como si nada, desaprovechando el asiento. Yo tampoco me inmuté, me bajo en la tercera, no valía la pena.

Entonces, tras unos diez segundos, asomó un flaco, larguirucho, con cara de Patoruzito, de unos veintipocos, bien prolijo, con chomba dentro del pantalón, y le dijo a la lectora de Zegna

- ¿no te sentás?

La indignación de la lectora afloró en su cara, estuvo a punto de resoplar; luego, con tono soberbio, algo cristinezco, dijo

- NO, CLARAMENTE!

Esa reacción hizo que me pusiera inmediatamente del lado del pibe; por más que era evidente que Zegna’s reader no se iba a sentar, de algún modo había que pedirle permiso, no era muy distinto decir “permiso” que “¿no te sentás?”…

Pasando la segunda estación, me fui hacia la puerta, esperando llegar a destino. Instantes después, recibo dos mochilazos en la espalda, me doy vuelta y es Patoruzito acomodándose para salir. Lo miro con cara de lectora de Zegna y el muy pelotudo dice:

- ¿bajás en la próxima?

- SÍ, CLARAMENTE!

11 comentarios:

  1. Gracias Santiago. Una sonrisa, día nublado y a 10 minutos del fin de semana, no se compra con Mastercard. Sigo en deuda con tu creatividad.

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  2. jajajajaja, larguirucho y con cara de Patoruzito, lo mataste!

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  3. ah! un boludo importante... igual te digo, el jueves fue un día difícil, y dicen que el martes, también lo será.
    un abrazo!!

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  4. Que divertido este relato: "...y es Patoruzito acomodandose para salir."
    Me gusto tu blog S. A. L.
    Te vi en lo de Agustin. Saludos!

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  5. jajaja pobre flaco, mirá que le ponía onda, tenía ganas de charlar...
    Yo también soy de chusmear lecturas ajenas y me encanta el tema de los mensajes de texto. Eso sí, tengo que afilar mi visión mediada por anteojos y adecuarla al movimiento del medio de transporte.

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  6. Gracias por los comentarios; Carolina me alegro que te haya gustado; ah, y respecto de lecturas ajenas, tengo mucha tentación en general y también por los mensajitos de texto... veremos cómo se viene este martes, pero quizá, el lunes depare alguna novedad, veremos.

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  7. bueno, ya estamos en ese martes. no sé cómo estará el tema allá en el centro, en los trenes y subtes, pero si genera más historias para el blog, sal, está todo bien!

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  8. mmmm..... todo me suena.... conocido, tal vez....

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  9. mato, ya esamos en miércoles... y nada aún, ya habrá nuevas entradas. Clas, cuánto misterio! estuvo ud. en ese vagón?

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  10. Los trenes me rodean desde que nací, muchas historias, muchos relatos, muchas caras a diario a las que le adjudicamos historias tal vez muy diferentes a sus realidades, en fin, supongo que de eso se trata, de historias de trenes....

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  11. mi amiga CLAS, espero que tanto tren en su vida no haga de este blog "otra vez sopa", en definitiva, que haga algo así como "otra vez chocolate" y la encuentre seguido por aquí.

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